Cuando,
en 2005, la francesa Bugatti retomaba la fabricación de deportivos –no lo hacía
desde 1995, año en el que finalizó la producción del EB110- con el Veyron y su
motor 8.0 W16 ‘tetraturbo’, muchos pensamos: “¿1.001 CV? ¿Tiene sentido
semejante salvajada?”. Pues bien, como era de esperar, se convirtió en el coche
más rápido del mundo… en línea recta. Fue adquirido por un puñado de
multimillonarios que quizá no sabían en qué gastar el dinero, pero también por
algunos entendidos en coches. Y fueron estos últimos los que alabaron las
prestaciones del Veyron a la vez que sugirieron algunas mejoras dinámicas, pues
el ‘juguete’ en cuestión, entre otras cosas, registraba casi dos toneladas en
la báscula y no se mostraba todo lo ágel que se esperaba. Esa fue la razón por
la que Bugatti presentó, en 2010, el Veyron Super Sport –mismo apellido que
lució la variante potenciada del EB110 en 1992-, una versión ‘actualizada’, con
carrocería de fibra de carbono, mejoras en el chasis y la suspensión, y 199 CV
extras –obtenidos con el empleo de nuevos turbos e intercoolers-. Dicho automóvil estableció un increíble récord de
velocidad: 431 km/h, aunque las versiones de calle se limitaron a 415 km/h por
razones de seguridad, ya que yendo ‘a tope’ los neumáticos corrían serio
peligro de desintegración.
Estéticamente,
el Vitesse es tan imponente, corpulento y sobrecogedor como el Super Sport
–algo a lo que contribuyen detalles como las llantas de 20” y los neumáticos
traseros de 365 mm de anchura- y las posibilidades de personalizar los colores
de la carrocería continúan siendo infinitas… pero existen algunas diferencias
en el parabrisas, la zaga –sobre la que ‘reposan’ dos llamativas tomas de aire-
y, obviamente, en el techo de policarbonato, que en esta variante es
desmontable. La pega es que, una vez retirado, no existe un compartimento donde
guardarlo dentro del vehículo… así que si salimos de casa descapotados y nos
pilla un chaparrón, la única solución es montar una especie de ‘paraguas de
emergencia’ que sí va en el maletero y que se puede adaptar al techo del
Veyron… aunque con él puesto se recomienda no pasar de 160 km/h. Pero si luce
el sol y damos con una recta kilométrica, este Bugatti puede circular ‘a cielo
abierto’ a unos espectaculares 385 km/h.
¿Conoces
algún coche de calle en cuyo programa de mantenimiento figure la sustitución de
llantas? Pues éste es uno. El Veyron genera tales fuerzas centrífugas en las
llantas que sufren una considerable ‘fatiga’ y, por ello, se recomienda
estrenar juego nuevo cada cinco cambios de neumáticos –que, por cierto, la
tracción total, los 1.200 CV y los 1.500 Nm de par se encargan de dilapidar en
no mucho más de 4.000 km-. A ese derroche caucho también ayudan los 1.990 kg de
peso del coche… una cifra que tampoco es exagerada, teniendo en cuenta que sólo
el gigantesco motor 8.0 de 16 cilindros que descansa en la parte
central-trasera del coche pesa nada menos que 476 kg, así que más vale que no
te derrape de atrás en plena curva. Afortunadamente, y siempre que no
desconectes los controles electrónicos, la capacidad de tracción del Veyron
Vitesse es tan descomunal… como en sus hermanos de gama.
La carrocería del
Bugatti Veyron Grand Sport Vitesse está más cerca que nunca del asfalto, el carenado de su
base se ha perfeccionado para aumentar el efecto suelo. Las entradas de aire
frontales han sido mejoradas en términos aerodinámicos con unos aletines.
Para
darle más énfasis a este lanzamiento Bugatti decidió que una de las unidades
presentadas en Ginebra fuese ataviada de color azul,
o mejor dicho, detalles azul celeste y
carrocería de fibra de carbono visible teñida de azul. Las
llantas pese a sus colores más propios de la cuna de un bebé, blanco y celeste,
completaban un trabajo digno de aquellos que nunca quieran pasar
desapercibidos; si es que con un Bugatti Veyron existe posibilidad alguna de
pasar desapercibidos…
¿Hablamos
de cifras? En su versión Vitesse, el Veyron, con sus cuatro enormes turbos y su
cambio automático de siete velocidades, acelera de 0 a 100 km/h en 2,6 segundos
–una décima más lento que la variante coupé- y le saca 14 segundos en una
aceleración de 0 a 300 km/h a un Porsche 911 GT2 RS de 620 CV. Además, su
velocidad máxima es de 410 km/h -5 km/h menos que el Super Sport ‘cerrado’-.
Casi sobraría decir que se trata del cabrio más rápido del mundo, incluso si
por descapotable consideramos a los monoplazas de F1.
A
casi 400 km/h pueden salir mal muchas cosas. ¿Le echarías agallas para alcanzar
esa velocidad a cielo descubierto y sin casco? Para mi tranquilidad, al menos
me queda el consuelo de que, para conseguir esos registros sin poner en apuros
al chasis –y teniendo en cuenta que el coche es descapotable-, se ha reforzado
concienzudamente el túnel de la transmisión, los pilares del parabrisas y el
montante trasero de las puertas, al igual que sucede con las versión cabrio del
Veyron ‘normal’. Y esos esfuerzos no son los únicos que velan por tu seguridad,
pues el enorme alerón biplano, que puede regular su posición de forma
automática, es capaz de ponerse casi vertical en las frenadas fuertes para que
el coeficiente aerodinámico pase momentáneamente de 0,36 a 0,68 Cx –como si de
los flaps de las alas de un avión se
tratara-. Por otro lado, los neumáticos Michelin de 20” incluyen una
tecnología, denominada Pax, que impide que la goma desllante en un pinchazo,
permitiendo rodar con relativa seguridad hasta detener el coche. Además, las
dos tomas de aire del motor no sólo sirven para refrigerar la mecánica, ya que
en sus contornos están ocultos sendos arcos antivuelco y, para terminar, tras
las fastuosas llantas se esconden discos de freno carbocerámicos de 400 mm
delante y 380 mm detrás.
Peso:
1.990 kg
Potencia:
1.200 CV
Velocidad
Máxima: 410 km/h (limitada y con el techo cubierto)
0-100km/h:
2,6 seg.
Precio:
1.700.000 €
Unidades:
350
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